Hace unas semanas aparecía un artículo, verdadero paño de lágrimas, en diversos periódicos de Vocento sobre los españoles que se han ido a países del norte de Europa, con especial referencia a Alemania y se han tenido que volver porque les ha ido mal.
En este enlace de El Correo se recoge el contenido.
He de reconocer que en un primer momento me apesadumbró Las causas de esos fracasos serán, con seguridad, muy variadas y los dramas personales, innegables.
Pero la noticia contrasta con el dato que daba la prensa hace unos días de que 50.000 españoles han sido contratados en Alemania en 2012.
Por una parte creo que pesa mucho la eterna tentación de la prensa de dramatizar para vender.
En todo caso, debe destacarse que los españoles que se han lanzado a ir al extranjero y, por los motivos que sean, se han tenido que volver, han ganado experiencia y no tienen más remedio que seguir luchando con una sonrisa. Quejarse, entendido como lamentación de la suerte que nos ha tocado, no conduce a nada bueno.
Me parece muy acertado el artículo “Quejas”, de Paco Sánchez en La Voz de Galicia del pasado 11 de enero: “Ese tipo de queja termina por aburrir a la familia y a los amigos y por alegrar a los enemigos. Un tipo de lamento que no debería calificarse de inútil, porque en realidad resulta perjudicial, contraproducente. En nuestros días, responder con un simple «bien» al «¿cómo estás?» puede parecer una presunción casi provocadora, una desfachatez insolidaria, propia de almas débiles. Y la sonrisa a punto está de alcanzar una condición parecida”
Aquí va el
artículo completo.
Algo similar nos contaba
un empresario que en tiempos de crisis tiene un negocio que crece.
Parte de su éxito es esa fortaleza para sonreír y decir que las cosas van bien aunque por dentro se sufra. E ir al trabajo “llorado de casa”. Porque de un empresario pesimista se alejan todos como de la peste, también cualquier posibilidad de éxito.
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